jueves, 21 de mayo de 2015

El verdadero enemigo tras la Guerra del Guano y el Salitre

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Cuando uno pasea por los senderos de la red, es muy común encontrar en las esquinas de lo virtual, grescas entre peruanos y chilenos recordando los terribles episodios que nos enfrentaron hace más de 130 años. Es muy común encontrar un anti chilenismo exacerbado como respuesta al hecho de haber sido, militarmente, derrotados: haber tenido al enemigo en nuestra plaza mayor; de, a pesar que la guerra hubiese terminado, seguir siendo conquistados a través del mercado por el vecino del sur; al hecho de leer y/o escuchar arrogantes comentarios con aires de desprecio y superioridad de un amplio sector chauvinista de la población chilena.

¿Pero es el pueblo chileno realmente el enemigo? ¿A quién nos enfrentamos en esa fatídica guerra del guano y el salitre?

En el siglo XIX, el Perú fue una de las tantas víctimas del poder británico, con Benjamín Disraeli de primer ministro de la potencia en aquellos años. Los ingleses imponían la política del “Libre Comercio”, presionando hasta obtener tratados comerciales a su conveniencia. En el caso del Perú fue porque el Estado peruano tenía el monopolio del salitre, que no permitía la participación en el negocio de los capitalistas, en especial, los británicos.


Es así como en años posteriores se vendría sucediendo lo que, en palabras de James Blaine (secretario de Estado de Estados Unidos de aquellos años), fuese la “Guerra Inglesa contra el Perú, con Chile como instrumento. (Abril 1882)”.

Terminando las guerras Napoleónicas, y gracias a su gran astucia para los negocios (sobretodo el dominio de la compra y venta de acciones), Nathan Rotschild, cabeza de lo que devendría en una dinastía bancaria, tenía el control absoluto sobre la economía británica, a tal punto de establecer un nuevo banco, controlado por él. Ya en 1879, iniciada la guerra, se puede leer en el Times de Londres: “En cuanto a las razones de la guerra, no hace mucho que dijimos que estaban de parte de Chile y que los extranjeros neutrales deben concederles sus simpatías. La querella es mercantil y mientras Chile pelea por la “libertad de comercio” el Perú ha tomado el camino de la restricción y del monopolio”.

Ya habiendo vulnerado militarmente territorio peruano, el gobierno chileno, bajo órdenes de Nathan Rothschild, optó por la política de entregar la industria, nuevamente, a las empresas privadas. John Thomas North y Robert Harvey tuvieron conocimiento anticipado de esto y adquirieron, a bajo precio, los certificados de muchas oficinas, para lo cual utilizaron el crédito que les otorgó el gerente del Banco de Valparaíso, Juan Dawson, entidad formada con capitales del banquero Rothschild.

El 11 de junio de 1880, se expeditó en Santiago el decreto que mandó devolver los establecimientos salitreros que habían sido adquiridos por el gobierno peruano, a quienes depositen, por lo menos, las tres cuartas partes de los certificados emitidos por el valor de cada salitrera y entreguen una suma igual al precio de la otra parte.

John Thomas North acabaría teniendo el apodo “El Rey del Salitre”.

Este es, pues, solo uno de los tantos episodios que las dinastías bancarias generaron en la historia de América Latina, a coste de la disputa entre pueblos hermanos. Peruanos y chilenos, compartimos la misma historia, la misma sangre, casi las mismas costumbres y el mismo litoral; nuestras grescas son solo el resultado de una guerra fruto de intereses extranjeros, pero seguimos siendo los mismos. Los chauvinismo nos separan, pero solo la verdad nos puede volver a unir.

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