jueves, 2 de abril de 2015

Exaltación de las miserias

A 30 años de la gesta de Malvinas, una nueva andanada colonialista y cipaya se prepara para tirarnos con todo, como lo hicieron en mayo y junio de 1982, pero esta vez no a los cuerpos sino a las almas, buscando provocar nuestra derrota total y definitiva, nuestro desfallecimiento moral, la claudicación total. Con extrañas y puntuales excepciones (increíble la entrevista mano a mano de Alejandro Fantino con Nicolás Kasanzew el pasado viernes, y la de mañana promete aun mucho más, con la presencia de muchos héroes de guerra en el estudio), todo indica que, para preservar al hígado y el equilibrio espiritual, habrá que alejarse de los medios de comunicación en estos días. De los programas especiales de TV, de las ediciones y suplementos agregados a los diarios...

Un cipayo no necesariamente juega para una potencia o una ideología extranjera por convencimiento o por conciencia deliberada. A veces es producto de la misma inercia colonial, es un colonizado mental que procura, en la íntima inquietud de su personalidad colonizada, purgar su culpa perpetuando el mensaje colonizador en otros espíritus.

El argentino medio o mayoritario piensa de forma borreguil, es gregario por naturaleza, le gusta amucharse. Cuando va a la playa, le gusta rodearse de otros como él, bien cerquita su sombrilla de las de sus congéneres, intentando simpatizar y congeniar con los demás. El mayor anhelo es el de pertenecer, el de ser parte, entrar en sintonía, escuchar las mismas canciones, ser parte del mismo fenómeno masivo de rating, opinar como los demás, usar las mismas palabras, aplicar los mismos calificativos, indignarse por las mismas cosas, visitar y habitar los mismos lugares comunes...

No es difícil en ese contexto que el mensaje colonial, propagado deliberadamente por las clases dirigentes y la intelectualidad monopólica, empleando la poderosa herramienta de los medios serviles, el sistema de premios y castigos, de reconocimiento y dinero o de mordaza y ostracismo, cale tan profundo en una sociedad tan pendular en sus humores y tan empática con el discurso dominante.

Leemos en la cuenta de twitter de Martín Sabbatella (@sabbatella) que "La guerra de Malvinas no puede disociarse de la dictadura militar". En las intervenciones anteriores propugna la dura investigación y condena de los abusos de disciplina internos cometidos en las tropas argentinas, caratulándolos de "crímenes de lesa humanidad", mientras olvida (y es sugestivo que todos olviden lo mismo, como para no pensar en sujetos coloniales) los atroces y aberrantes crímenes de guerra cometidos por los británicos, ejecutando prisioneros, rematando heridos, atacando un avión de carga abatido mientras caía, impidiéndole la posibilidad de un aterrizaje de emergencia, y hasta hacerlo estallar en el aire...

Y justamente, si algo puede y debe disociarse, es precisamente la guerra de Malvinas de la dictadura militar. Primeramente, porque la guerra de Malvinas fue una gesta del pueblo argentino. Sus héroes son los exponentes de las clases populares, de los rangos más bajos de la oficialidad, sumbos y soldados rasos. Mientras las cúpulas lábiles y politiconas del "Proceso" intentaban una mera acción simbólica y gestual, el pueblo los obligaba a poner las pelotas sobre la mesa, a jugarse a todo o nada, a quedarse y resistir. Fue el pueblo el que les impidió volverse corriendo rapidito al continente, ante la primera noticia de que zarpaba la Task Force.

Esa tirantez y esa diferencia de concepciones se vio claramente en las islas. Los 4 generales que había allí destinados defeccionaron miserablemente. Uno se dedicaba solamente a verduguear a sus soldados usando palabras procaces. Otro dirigía a sus subordinados por radio y a decenas de kilómetros del lugar de combate, impidiéndoles con sus órdenes acometer ninguna contraofensiva. Otro se volvió a Buenos Aires en avión días antes del combate final. Y el otro es Mario Menéndez, el infame traidor a la Patria que recibió al embarrado y exhausto Jeremy Moore, su par que sí iba al frente de su tropa, impecablemente afeitado, engominado, con los zapatitos bien lustrados porque jamás salió de Puerto Argentino. Lo que hizo Menéndez es totalmente inexplicable: Se negó a aprobar la contraofensiva que le propusieron los comandos de las compañías 601 y 602 sobre San Carlos, que hubiera demorado el avance inglés en semanas; prohibió cualquier contraofensiva, ordenando sistemáticamente el repliegue sobre su propia posición; desplegó sólo 2.000 hombres en el territorio, y se reservó 8.000 para que lo cuidaran a él, al punto que 5 regimientos no entraron jamás en combate; no diseñó un sistema de logística que permitiera un recambio periódico y sistemático de los soldados, ni para que a ellos les llegaran raciones de 4.000 a 5.000 calorías diarias (que es lo que se necesita en la acción y en ese frío); sólo se preocupó del bienestar de los kelpers, que se movían libremente por Malvinas, funcando de quintacolumna, dando información de objetivos y posiciones a los navíos británicos, e incluso disparando a los soldados argentinos por la espalda; prohibió que se carnearan ovejas, mientras los kelpers las hacían estallar por los aires despejando los campos minados por los argies, para permitir el avance inglés. Se quiso rendir el 10 de junio, antes de que la ofensiva inglesa llegara a Puerto Argentino (al que él en un fallido llamaba "Stanley"), y no lo permitieron los oficiales de bajo rango citando el Código de Justicia Militar, que prohíbe rendirse antes de haber agotado las municiones o verificarse la pérdida de 3/4 de las tropas. Incluso, cuando se rindió a las 9.30 de la mañana del 14 de junio y el BIM (Batallón de Infantería de Marina) 5 siguió combatiendo por 4 horas más, propuso se les hiciera consejo de guerra y se les aplicara las más duras sanciones...

Esos eran los generales con los que se contó en Malvinas. El impresentable de Menéndez que nunca se cansó de repetir que cuando a él lo designaron gobernador de las islas le aseguraron que nunca entraríamos en guerra, con un desparpajo insólito para un hombre de armas, y encima, general. Como si ello fuera una excusa para su cobardía, para su ajenidad absoluta de la tropa, para su falta de compromiso, para su claudicación permanente. Solamente una lacra así pudo salvar el pellejo en un país como éste, el mundo del revés, en el que se condena, margina, repudia a los héroes y se entroniza, canoniza y exalta a los traidores, los cobardes y los perversos.

Justamente la reciente entrevista a Kasanzew me hizo acordar de su imprescindible (porque además es un fantástico testimonio visual) La Pasión según Malvinas, editado por el autor, Buenos Aires, 2007. Allí ese valiente periodista y hombre cabal dice para comenzar: "Toda guerra desnuda miserias y grandezas. Bajo la presión de una situación tan límite, aflora lo más sublime y lo más abyecto del ser humano. Y la guerra de Malvinas no fue, lógicamente, una excepción. Sólo que el gobierno de los militares del 'Proceso' trató de tapar sus miserias, y el gobierno de Raúl Alfonsín, sus grandezas.

"Como resultado, debido a la perversa convergencia de ambas censuras, la sociedad argentina no tiene aún verdadera noción de lo sucedido en el ya lejano conflicto austral. Por ende, ni los héroes fueron glorificados, ni los cobardes estigmatizados".

No hay nada más peligroso y dañino que un cobarde. El soldado Edgardo Esteban escribió un libelo execrable en el que abona otra vez la idea de los desvalidos "chicos de la guerra", descalzos, cagándose y meándose del miedo, temblando y llorando escondidos en sus cuevas. Por supuesto que por eso mismo ese libelo animoso y mala leche mereció que fuera llevado al cine y con un presupuesto de más de un millón de dólares, y que ya en ese ambiente, recibiera todo tipo de premios, elogios y publicidad; mientras que el heroísmo, la eficacia, la capacidad de combate, el compañerismo, el sentido del deber, del honor y del sacrificio, el altruismo, la amistad, el patriotismo, el coraje, el temple, de tantos y tantos miles de soldados argentinos que demostraron una vez más la máxima sanmartiniana (que los argentinos no somos empanadas que se pueden comer de un solo bocado) y la máxima sarmientina (que los argentinos son de los mejores soldados del mundo, por su amor propio y su irresponsabilidad para con la autopreservación física), son eliminados de cualquier plano, para quitarle a todo un pueblo sus buenos ejemplos, para convencernos de que somos un hato de cobardes, advenedizos, oportunistas, cómodos llorones que transamos hasta la dignidad con tal de que no nos peguen un cachetazo.

Acá publicamos a continuación un video en el que se aprecian los conceptos de los "compañeros" de Esteban en Malvinas, que sugiero sea visto íntegramente, para juzgar adecuadamente al "hombre" que hay detrás del panfleto propagandista. Sobre todo, porque es seguro que Iluminados por el Fuego ocupará una buena porción de la grilla televisiva en los próximos tiempos. Lógicamente su director es ahora el mandamás de toda la radio y la televisión oficiales, gana muchas decenas de miles de pesos, y se sigue dedicando a esa labor tan lucrativa de "contar versiones" como si se trataran de la propia verdad.

https://www.youtube.com/watch?v=aeraHA15U_c

Contrariando a Sabbatella, entonces nosotros decimos que no puede disociarse la causa de Malvinas de la guerra de Malvinas. Porque, como dijo el as de la aviación francesa en la Segunda Guerra Mundial Pierre Closterman, en la carta que envía a los pilotos argentinos elogiándolos y agradeciéndoles que prestigien con su valor y su capacidad a la selecta hermandad de los ases de la aviación:

¡Ay! La verdad vale únicamente por la sangre derramada y el mundo cree solamente en las causas cuyos testigos se hacen matar por ellas. 

fuente web http://corraldelobos.blogspot.com.ar/2012/04/exaltacion-de-las-miserias.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario