miércoles, 25 de marzo de 2015

El holocausto del Imperio Británico en la India.


Uno de los crímenes más terribles cometido por el Imperio Británico durante la Segunda Guerra Mundial fue la Hambruna de Bengala. Aunque Londres se justificó diciendo que fue un daño colateral como consecuencia de la situación geoestrégica bélica, lo cierto fue que no se tomaron medidas para evitar la tragedia e incluso a sabiendas de lo que iba a pasar, los responsables británicos miraron para otro lado porque actuar corría contra sus intereses. Esta hambruna que devastaría la India y en concreto Bengala, fue únicamente provocada por un culpable: Inglaterra.
Antes de la Segunda Guerra Mundial la situación de Bengala no era precisamente de las mejores entre las provincias de la India, por aquel entonces colonia del Imperio Británico. La Crisis Económica de 1929 en todo el mundo había dejado una huella difícil de borrar en Bengala, algo que ya llevaría arrastrando hasta el siguiente conflicto. Una vez Gran Bretaña entró en guerra con Alemania, reajustó la economía bengalí para ponerla al servicio bélico, aunque dejando los suficientes recursos para la subsistencia en la provincia. Sin embargo este tendencia empezó a cambiar en 1942, cuando Japón declaró la guerra al Reino Unido y en una espectacular victoria militar arrebató enteramente la colonia de Birmania a los británicos, lo que supuso la pérdida del 15% del grano destinado a la India y más aún a Bengala, ya que la región dependía en parte de los recursos procedentes del territorio birmano. También otra de las causas de la hambruna, aunque en menor grado, fue el ciclón que el 16 de Octubre de 1942 asoló las costas orientales de Bengala y en especial el distrito de Midnapur y Orissa, lo que dejó áreas enteras de cultivo inundadas y devastadas con la consiguiente pérdida de toneladas de alimentos


No obstante, a pesar de todas las causas bélicas y naturales entre 1929 y 1942, lo que llevó a una de las más terribles hambrunas de la India fue principalmente la política inglesa y el racismo casi institucionalizado en el Imperio Británico a la hora de dar prioridad a su metrópoli respecto a los indios. Todo empezó cuando el Gobierno de Londres ordenó el requisamiento de casi todo el arroz y otros alimentos ubicados en Bengala para llevarlos hasta Oriente Medio y Egipto, donde se ubicaba el grueso de las tropas británicas que por aquel entonces intentaban a duras penas defender el Canal de Suez del ejército ítalo-germano. Aquel plan económico se cumplió tal cual, pues el arroz se llevó al Norte de África como estaba previsto, pero también la cantidad exportada se incrementó para el nuevo frente abierto en Marruecos y Argelia tras la “Operación Torch” y a los soldados basados en Ceilán, isla en la que pensaban se realizaría un desembarco japonés que jamás tuvo lugar. Esta política dejó a Bengala prácticamente sin subsistencias para el próximo año. Por si fuera poco todos los barcos de carga bengalís, otra de las fuentes alimenticias de la provincia, fueron hundidos por los mismos británcos para bloquear los canales de Arakán, temiendo que se pudieran infiltrar submarinos japoneses por sus aguas. Además los ingleses se llevaron de la provincia los parques motorizados de suministros, siendo la mayoría desmantelados y todos los vehículos como camiones, coches y motocicletas enviados al frente de Assam, incluyendo los elefantes de carga. Para empeorar todavía más las cosas numerosas tierras de cultivo fueron expropiadas a campesinos indios y convertidas en aeródromos con los que bombardear el Sudeste Asiático.
Prácticamente desabastecida Bengala, los únicos que podían protestar por lo que estaba ocurriendo, es decir, los mismos indios, fueron callados de golpe cuando todas sus organizaciones políticas y sociales fueron disueltas entre el verano y otoño de 1942. Los altos miembros del Partido del Congreso Indio que reclamaba la independencia, incluyendo los pacifistas Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru, fueron arrestados y encarcelados. Como consecuencia de ello se produjeron una serie de protestas y rebeliones que terminaron siendo aplastadas con violencia. En escasas semanas los británicos ejecutaron a 2.500 personas e hicieron prisioneras a 66.000 más.
Cuando empezó el año 1943, Bengala estaba a punto de quedarse sin reservas y al borde de una gran inanición. Evitar esto sólo dependía de los políticos británicos en Londres, cuyo deber únicamente consistía en reducir los convoyes a los frentes de guerra y emplear una parte de estos en alimentar a la India antes de que sucediese una desgracia. Sin embargo no sólo no se detuvieron las exportaciones masivas de alimentos hacia los frentes de guerra, sino que además se aumentaron para alimentar a la metrópoli en las Islas Británicas. Otro factor que influyó en la hambruna fue la cantidad de soldados aliados estacionados en Bengala, sobretodo en Calcuta, a los cuales se alimentó en la abundancia a costa de dejar sin reservas a los indios. Soldados estadounidenses, australianos, franceses libres y chinos recibieron comida hasta la saciedad recolectada por los indios que encima estos no consumieron.
Para los ingleses era sin duda más prioritario mejorar la situación de las raciones de su metrópoli en Reino Unido, que no las de unos salvajes de piel oscurecida como veían a los indios. Así lo explicó el Primer Ministro Winston Churchill en el Parlamento cuando le preguntaron sobre las reservas de Bengala, justificándose según las teorías de su consejero científico Frederick Lindemann, que los indios eran culpables de su situación por ser una raza débil que se había reproducido en exceso y que ahora tenía que pagar las consecuencias de verse en la escasez por su superpoblación. Churchill jamás reduciría las raciones del Ejército Británico para alimentar Bengala, al fin y al cabo él odiaba a los indios y no lo disimulaba, llegando en una ocasión a afirmar la siguiente frase: “las peores personas del mundo después de los alemanes son los indios”. Otro defensor de esta política fue el Secretario de Estado, Leo Amery, quién volvió a recalcar en el Parlamento que Bengala estaba ya condenada de antemano por su exceso de población y que no valía la pena preocuparse por unas muertes que estaban escritas en la selección natural, siendo para ello más necesario desviar los recursos de esta provincia a los soldados que combatían al Eje en las trincheras. Finalmente el Parlamento de Londres se convenció de que la prioridad era ganar la guerra y abandonó a Bengala a su suerte.



Oficialmente entre Mayo y Junio de 1943 se desató la tragedia en Bengala ante la escasez crónica de arroz y alimentos. Los pueblos que dependían de otros pueblos más grandes en la cadena de abastecimiento fueron los primeros en ser afectados, muriendo la mayor parte de sus habitantes hambrientos. A estos pueblos les siguieron las aldeas, las ciudades pequeñas y después los grandes conglomerados urbanos a una cifra de 10.000 muertos por semana. Como si de una plaga se tratara el hambre se extendió por Bengala y las zonas de la India más próximas en una devastación sin límites.
Decenas de miles de familias al completo murieron de inanición dentro de sus viviendas. Otras personas preferían salir a la calle y desfallecer en la vía pública a la vista de todo el mundo. Poco a poco las aldeas y ciudades se fueron llenando de cádaveres putrefactos y sin recoger, lo mismo que las enfermedades como el cólera, tifus o disentería que se expandieron sin control llevándose millares de vidas. Tampoco facilitó las cosas las lluvias del monzón asiático que terminaron con las vidas de unas gentes ya de por sí muy debilitadas.
Normalmente ser de una determinada casta en la India suponía caer más fácil o no víctima de la hambruna. Por ejemplo los albañiles, obreros, zapateros, herreros, sastres, dependientes o limpiadores, al ser los que menos tenían, fallecieron de hambre más rápido que otros. Hubo montones de casos en los que padres de familia tuvieron que sacrificar matando a sus propias hijas y abuelos con tal de que sobreviesen los herederos varones con la escasa comida disponible.
Antes que morir de esa forma tan lenta y dolorosa, muchos prefirieron hacerlo luchando, motivo por el cual un buen número de indios se lanzó contra los almacenes de víveres custodiados por los soldados británicos, cayendo casi siempre por el fuego de ametralladora de los centinelas.





Para sobrevivir las familias indias utilizaron todos los métodos a su alcance. En primer lugar muchos vendieron sus casas y tierras con tal de sacar unos pocos mendrugos de comida que apenas tardaron unos días en consumirse. Cuando este método dejó de ser útil se recurrió al intercambio de seres humanos. Miles de padres optaron por el extremo de vender a sus propias hijas a hombres ricos con tal de salvarlas la vida. También millares mujeres tomaron la decisión directamente de venderse a si mismas como esposas o esclavas a hombres de poder o nobles pudientes. Tampoco faltó la prostitución masiva, sobretodo en Calcuta que se convirtió en el gran burdel de Asia para las tropas aliadas. Por las calles la venta ambulante de chicas se convirtió en algo de lo más normal.
Calcuta sufrió menos que otras ciudades, pues al estar más abastecida, solamente se fueron contabilizando 2.000 muertos por mes. Aquella cifra más optimista para sobrevivir provocó un éxodo rural inmenso hacia las ciudades, lo que complicó más la situación. Urbes como Howrah, Midnapur, Faridpur o Barisal se convirtieron en auténticas cárceles de muerte humana.
Otro colectivo que lo pasó muy mal fueron los musulmanes de origen pakistaní residentes en Bengala. Dicho colectivo al no poder enterrar a sus muertos tras una muerte como aquella dentro de la fe islámica, se vió obligado a tirarlos al río para que se los llevase la corriente hasta el mar. Como era de esperar en el delta del río los cadáveres flotantes se fueron acumulando en una macabra imagen que pocos podrían olvidar.






Numerosos soldados británicos destinados en Bengala no pudieron soportar el sufrimiento que vieron allí. En una ocasión una unidad militar inglesa se saltó las normas y acogió a más de 100 niños a los que dieron de comer. También un batallón de tropas coloniales indias hizo una colecta y recaudó 100 rupías (dinero indio) que se gastó en comida para los hambrientos de un pueblo. Otro suceso similar ocurrió cerca de un cuartel en Chittagong, cuando unos soldados recogieron y alimentaron a un grupo de niños huérfanos entre los 5 y los 10 años tras verlos llorando en solitario bajo la lluvia. Los negros del Ejército Estadounidense destacados en Bengala, identificados por el racismo del pueblo británico hacia el indio, no dudaron en echar una mano a las gentes nativas de la zona. Paralelamente misiones cristianas y organizaciones civiles ayudaron a paliar los efectos del hambre como la Unidad Amistosa de Ambulancias de Madnipur dirigida por el activista Sudhir Ghosh o la Escuela de Darjeeling que recaudó 800 rupías para comprar comida a los niños bengalís.
Uno de los primeros medios de comunicación en denunciar lo que estaba sucediendo en Bengala fue el periódico británico Statesman, publicación que sacó a la luz la realidad, algo que supuso un completo escándalo. A este periódico se unió el diario local Hindu con el mismo propósito. La hermana del nacionalista Nehru, Pandit Nehru, también manifestó su horror públicamente. Pero si alguien hubo clave en cambiar la situación fue el periodista Ian Stephens que público fotografías de mujeres y niños muertos por toda Bengala. Como era de esperarse la noticia trascendió internacionalmente. Para las potencias del Eje fue un regalo propagandístico caído del cielo, ya que tanto Alemania como Japón aprovecharon la tragedia para presentar la imagen de los ingleses como unos asesinos sin piedad y justificar la guerra contra ellos. Chandra Bose, el líder de la India Libre en el exilio que trabajaba para el Eje, tampoco dudó en sacar partido alentando a la resistencia contra los británicos y prometiendo que si se unían a la cruzada germano-japonesa, solamente Berlín y Tokyo les garantizarían alimentos.

Al saberse en Gran Bretaña la magnitud del genocido humano en lo que ya se conocía como la “Hambruna de Bengala”, los responsables políticos no tuvieron más remedio que actuar. En otoño por fin el Secretario de Estado, Leo Amery, limitó bastante la exportación de alimentos de Bengala y desvió a numerosos mercantes para que llevasen alimentos a la provincia india. También países extranjeros como Australia, Estados Unidos y naciones de Latinoamérica contribuyeron al envió de comida urgente a Bengala. Finalmente a partir de 1944 la situación volvió a estabilizarse y la hambruna desapareció.
Durante la Hambruna de Bengala murieron apróximadamente 3 millones de indios por inanición, malnutricción, enfermedad o bajo las balas británicas intentando hacerse con algo de comida.
Indudablemente, por mucho que Gran Bretaña quisiese librarse de las acusaciones, fue la única responsable de la Hambruna de Bengala. Fue la etnocéntrica superioridad moral británica la que eligió que Bengala pasase hambre e impidiese mediante la amenaza de las armas que los indios comiesen, sin preocuparse lo más minímo por sus habitantes a quienes como dijo Churchill eran “las peores personas después de los alemanes”. Aquella gran inanición no tuvo ninguna necesidad ni la explotación abusiva de sus recursos hasta la extenuación influyó lo más mínimo en las operaciones tanto en el Norte de África como en el Sudeste Asiático, algo que de manera clara constituyó un claro crimen de guerra.
________________________________________
Bibliografía:

Christopher Bayly y Tim Harper, Forgotten Armies, Britain’s Asian Empire & the War with Japan, “The Great Starvation”, Penguin Books (2005), p.282-291

Fuente web: https://disiciencia.wordpress.com/2014/09/16/el-holocausto-del-imperio-britanico-en-la-india/

No hay comentarios:

Publicar un comentario